Cuento corto con palabras agudas graves y esdrujulas

Description: Cuento con palabras agudas graves y esdrujulas subrayadas

Answered by wiki @


Bueno... En primer lugar, las sílabas tónicas son aquellas sílabas de una palabra en donde se produce una elevación en el tono de voz y según la ubicación de esta, las palabras se clasifican en agudas, graves, esdrújulas y sobreesdrújulas.

Por tanto, las palabras agudas, son aquellas cuya sílaba tónica es la última sílaba; las palabras graves o llanas son aquellas cuya sílaba tónica es la penúltima sílaba y las palabras esdrújulas por su parte, tienen la elevación del tono de voz en la antepenúltima sílaba y siempre tienen tilde.
En el caso de este pequeño cuento, utilizaremos las negritas cursivas para resaltar las palabras agudas, las negritas para resaltar las palabras graves y las negritas subrayadas para resaltar las palabras esdrújulas:

     La ardilla y la lagartija comían manzanas sentadas bajo el árbol más frondoso del parque. La brisa suave refrescaba el clima mientras alborotaba un poco el pelaje suave de la ardillita. Sin embargo, mientras las manzanas eran comidas por las criaturas, y el clima era refrescado por la brisa suave, los pajaritos escondidos entre las ramas, cantaban lindas melodías que alegraban la mañana, mientras charlaban entre ellos sobre las fiestas del pueblo: - Lo que más me gusta de las fiestas es toda la comida olvidada que dejan los humanos! Constituyen un festín delicioso para mí! - Dijo Pepito, la paloma.

- Pues a mí lo que me gusta es la música divertida con la que puedo bailar! - Dijo Tita, la periquita.

     Y así siguieron enumerando sus razones cada una de las aves que habitaba aquel frondoso árbol... Hasta que Lulú, una pequeña golondrina dijo lo siguiente: - Pues a mí lo que me encanta es la alegría que se siente en el ambiente, y cómo todos se llevan bien, inclusive nosotros que somos tan diferentes! -

Espero que te haya gustado!

Answered by jerah733 @




  1. Había un niño que tenía muy mal carácter. Un día, su padre le dio una bolsa con clavos y le dijo que cada vez que perdiera la calma, clavase un clavo en la cerca del patio de la casa. El primer día, el niño clavó 37 clavos. Al día siguiente, menos, y así el resto de los días. Él pequeño se iba dando cuenta que era más fácil controlar su genio y su mal carácter que tener que clavar los clavos en la cerca. Finalmente llegó el día en que el niño no perdió la calma ni una sola vez y fue alegre a contárselo a su padre. ¡Había conseguido, finalmente, controlar su mal temperamento! Su padre, muy contento y satisfecho, le sugirió entonces que por cada día que controlase su carácter, sacase un clavo de la cerca. Los días pasaron y cuando el niño terminó de sacar todos los clavos fue a decírselo a su padre.

Entonces el padre llevó a su hijo de la mano hasta la cerca y le dijo:

– “Has trabajo duro para clavar y quitar los clavos de esta cerca, pero fíjate en todos los agujeros que quedaron. Jamás será la misma. Lo que quiero decir es que cuando dices o haces cosas con mal genio, enfado y mal carácter dejas una cicatriz, como estos agujeros en la cerca. Ya no importa que pidas perdón. La herida siempre estará allí. Y una herida física es igual que una herida verbal. Los amigos, así como los padres y toda la familia, son verdaderas joyas a quienes hay que valorar. Ellos te sonríen y te animan a mejorar. Te escuchan, comparten una palabra de aliento y siempre tienen su corazón abierto para recibirte”.

Answered by lilo2618 @


Hubo una vez en un lugar una época de muchísima sequía y hambre para los animales. Un conejito muy pobre caminaba triste por el campo cuando se le apareció un mago que le entregó un saco con varias ramitas."Son mágicas, y serán aún más mágicas si sabes usarlas" El conejito se moría de hambre, pero decidió no morder las ramitas pensando en darles buen uso.

Al volver a casa, encontró una ovejita muy viejita y pobre que casi no podía caminar."Dame algo, por favor", le dijo. El conejito no tenía nada salvo las ramitas, pero como eran mágicas se resistía a dárselas. Sin embargó, recordó como sus padres le enseñaron desde pequeño a compartirlo todo, así que sacó una ramita del saco y se la dió a la oveja. Al instante, la rama brilló con mil colores, mostrando su magia. El conejito siguió contrariado y contento a la vez, pensando que había dejado escapar una ramita mágica, pero que la ovejita la necesitaba más que él. Lo mismo le ocurrió con un pato ciego y un gallo cojo, de forma que al llegar a su casa sólo le quedaba una de las ramitas.

Al llegar a casa, contó la historia y su encuentro con el mago a sus papás, que se mostraron muy orgullosos por su comportamiento. Y cuando iba a sacar la ramita, llegó su hermanito pequeño, llorando por el hambre, y también se la dió a él.

En ese momento apareció el mago con gran estruendo, y preguntó al conejito ¿Dónde están las ramitas mágicas que te entregué? ¿qué es lo que has hecho con ellas? El conejito se asustó y comenzó a excusarse, pero el mago le cortó diciendo ¿No te dije que si las usabas bien serían más mágicas?. ¡Pues sal fuera y mira lo que has hecho!

Y el conejito salió temblando de su casa para descubrir que a partir de sus ramitas, ¡¡todos los campos de alrededor se habían convertido en una maravillosa granja llena de agua y comida para todos los animales!!

Y el conejito se sintió muy contento por haber obrado bien, y porque la magia de su generosidad hubiera devuelto la alegría a todos

Leave a Comment